Air New Zealand, considerada como una de las mejores aerolíneas del mundo, ha empezado un programa piloto para reducir el uso de plástico a bordo a partir de servir cafés en tazas comestibles —con sabor a vainilla—. La compañía aérea, pretende así reducir los residuos plásticos generados por las más de 8 millones de tazas que sirve al año.

Según informa Katie Holmetier, encargada del área de Experiencias de los Clientes de Air New Zealand, «las tazas no solo conservan su forma, también se pueden comer una vez terminado el café«. Para la producción de este envase comestible, la aerolínea se ha asociado con la empresa neozelandesa Twiice.

«Las tazas han sido un gran éxito entre los clientes que las han usado. Además, las hemos empleados como tazones para servir los postres», dijo Niki Chave, gerente principal de Experiencias de los Clientes de Air New Zealand, en un comunicado de la empresa. Además, la aerolínea tiene previsto para el año que viene desarrollar otros cubiertos comestibles del mismo tipo.

Sin duda, la inciativa de Air New Zealand llega en un momento en que la conciencia social es cada vez mayor a cerca de los efectos negativos producidos por grandes compañías sobre el medio ambiente. Recientemente, hemos visto el surgimiento del moviemineto flight shaming —la vergüenza de volar— y que sin duda va a dar lugar a nuevas transformaciones en el sector aeronáutico.

Otras compañía, como Iberia, han iniciado otros proyectos. Por ejemplo, en el caso de la española, podemos hablar de Zero Cabin Waste: que consta de una serie de iniciativas sobre todos los procesos del pasajero en sus vuelos, desde la compra del billete hasta que el pasajero llega al destino, que pretenden reducir las emisiones contaminantes y la generación de residuos, consiguiendo ser más respetuosos con el medio ambiente.

En otros medios de transporte tradicionales, como es el tren, empiezan a surgir ideas similares. El pasado mes de noviembre, el tren Eurostar —el que conecta Gran Bretaña con Europa por debajo del Canal de la Mancha— introdujo latas reciclables, botellas de vidrio y cubiertos de madera para convertirse en un «tren sin plástico».

Todavía queda mucho por hacer y está claro que hay que impulsar más proyectos como estos. Reinventarse o morir.